“Contienen antioxid (betacaroteno, vitaminas y folatos) que son eficaces para frenar la acción de los radicales libres que alteran los genes o que producen oxidación celular”.
Las zanahorias contienen aceites esenciales, responsables de su sabor y olor, que dan ganas de comer. “Por lo que están especialmente indicadas en casos de desgana o inapetencia”. Una acción tónica que se ve potenciada cuando, además, se consumen fermentadas o encurtidas. En el aperitivo, estimulan las enzimas digestivas.
El consumo de esta hortaliza influye en la calidad de la lactancia. “Por un lado, señala la experta, mejora los niveles de hierro y vitamina A de las madres que están dando de mamar. Es muy frecuente que en esta etapa, como en el embarazo, las mujeres puedan tener déficit de estos oligoelementos”. ¿Cómo tomarla? Mejor cruda, es rica en vitamina C, y en compañía de alimentos que aporten buenas cantidades de hierro, como unas lentejas o un filete de ternera.
Gracias a su aporte de agua, es uno de sus componentes más abundantes junto con los hidratos, y dentro de una correcta hidratación, aceleran la eliminación de solutos y toxinas, “lo que evita la formación de cálculos renales o piedras en el riñón”.
“Aportan provitamina A, que mejora la mucosa del tracto intestinal, ayudando a combatir patologías digestivas”. Para esto, tómalas cocidas, la acción del calor aumenta la disponibilidad del betacaroteno, que se convierte en vitamina A.
“Como la manzana o las espinacas, contiene flúor, un mineral que evita la aparición de caries y mantiene el estado del esmalte dental”.
Aportan vitamina A que contribuye al sostén, crecimiento y restauración de las mucosas, el tejido cutáneo y el pelo. “Resultan muy útiles para la producción de sebo. Unos lípidos que actúan como barrera protectora y evitan la deshidratación del cuero cabelludo o la epidermis”.